Y del cielo cayo la redonda y enorme piedra en llamas …
Los hermanos Hugo, Pedro y Juan recogían unos frutos de la enorme chacra de su Taita, de pronto sus cuerpos quedaron petrificados al ver este extraño objeto caer de las alturas.
- Hugo: ¡carajo que es eso! Vámonos de aquí esto puede ser peligroso… Pedro coge de la mano a Juan ¡AHORA!... ¡YA!... ¡VAMOS PUES QUE ESPERAS!
- Pedro: na… na… na… Quiero ver qué es eso… porque, mejor tú te lo llevas y me dejas sólo… yo quiero investigar sobre lo que llego del cielo…
- Juan: cállense… tengo miedo… ya no discutan…, porque mejor los tres vamos a ver esa bola…
Luego de discutir por varios minutos – especialmente Hugo y Pedro - decidieron ir en busca de la redonda roca, sólo con una condición impuesta por Hugo: “debemos volver en menos de dos horas”.
Así los tres hermanos caminaron para intentar encontrar el extraño objeto. Dos extensos kilómetros, en dirección sur, fueron los caminaron.
La preocupación, la curiosidad, como el temor se cobijaba respectivamente en Hugo, Pedro y Juan.
- Hugo: ¡Puta mare ya hemos caminado mucho, mejor volvamos, todo está oscuro y este lugar parece ser peligroso!
- Juan: sí regresemos, ya te dimos gusto Pedro… vámonos… además estoy muy cansado.
- Pedro: ¡NO! Tengo y tienen que saber qué es lo que cayó… ¡vamos pues! No se desanimen… al regresar les invito unas gaseositas ¡que dicen!...
- Juan: bueno, pero sólo si va también Hugo que dices ¿hermanito vamos?
- Hugo: ¡NO, NO Y NO Ya pasaron más de dos horas, así quedamos ¿o no?!
Pedro, al ver la negativa de Hugo, se puso de mal humor y decidió ir por cuenta propia al lugar del impacto.
- Juan: Hugo, se fue Pedro… le puede pasar algo… vamos con él ¿ya?
- Hugo: ¡NO! Vamos a casa, ya volverá por hambre o por cansancio, pero igual tendrá que venir, además ya está muy grande, como para estar detrás de él como chiquito. En cambio tú, ya debes ya cenar. Vamos huevón te llevo en hombros.
Pedro caminó y caminó por varios minutos más, tenía hambre y sed, pero su curiosidad, por ver lo que cayó del cielo, le daba enormes dosis de fuerza.
- Pedro: mmm… quiero un vasito de agua, mmmm… un panecillo con mermeladita, ¿mis hermanos ya habrán llegado a casa? ¿haysh como estarán? Bueno eso ya no importa, tengo que llegar, tengo que ver qué es lo que cayó del cielo.
Luego de seguir andando por el oscuro trecho con su única compañera, la luna llena, vio un enorme forado, todo a su alrededor estaba quemado, salía humo, en el fondo del hoyo este el objeto redondo, pero se dio cuenta que no era una bola piedra, sino una de metal, entonces bajo raudamente, para seguir observando.
- Pedro: Dios santísimo… ¿Qué es esto? Parece una nave, esas como las que vi en los dibujos japoneses que siempre ve Juan, redondas, con una luna rojiza en la única escotilla y que es para una sola persona. ¿Habrá alguien o algo dentro de esto?
Pedro estaba muy interesado en saber qué es lo que contenía. Miraba la nave por aquí, por allá y por “aculla”, nunca se había sentido más interesado. Los ojos le brillaban y el corazón le latía más y más rápido, tocaba, pateaba, olía, inclusive lamía, hasta que encontró un botón rojo y lo fuertemente lo presionó.
- Juan: ¿Hugo no escuchaste algo?
- Hugo: see… es mi estómago que pide alimento, ya cállate, sino te bajo okey…
- Juan: no en serio… ¿o lo estaré imaginado…?
Hugo y Juan siguieron su camino, hasta que Juan voltio su pequeña cabeza y vio una enorme luz naranja a lo lejos, parecía como las primeras horas del día cuando el sol recién sale.
- Juan: ¡Hugo, Hugo, Hugo! Mira qué es eso…
- Hugo: ¡carajo que quieres ahora…!
Hugo al escuchar el pedido de su pequeño hermano también voltio a mirar y se preguntó.
- Hugo: ¿Hacia ahí no fue Pedro?
- Juan: ¿le habrá pasado algo?
- Hugo: no lo sé, pero vamos rápido hacia esa luz.
Cuando Hugo y Juan llegaron al lugar se dieron de un cuerpo calcinado que se encontraba al costado de la nave. Juan bajo de los hombros de Hugo, se acerco al cuerpo inerte, agarro la incinerada mano y sólo atino a llorar desenfrenadamente, pues ese era Pedro, su querido hermano, Juan reconoció el aro que le regalo en su último cumpleaños.
Juan miró a Hugo y sin palabras ni gestos entendió lo que había ocurrido. Hugo persona que siempre se ha caracterizado por tener un carácter fiero y dominante, esa noche cambio, pues su rostro ya no estaba arrugado por el enojo, sino, ahora, por el dolor y la angustia, de perder a un ser querido, de perder a su hermano, de perder a su compañero de infancia.
Tal vez si Hugo hubiese sido menos terco habría acompañado a Pedro y así con él aplacar su desaforada curiosidad.
Tal vez si Pedro se hubiese calmado y así como hacer caso a Hugo estaría todos comiendo en su tibio hogar.
Tal vez si Juan hubiese tenido menos temor y tal vez hubieses dicho: “DEJENSE DE TONTERÍAS Y VAMOS CON PAPÁ”
Tal vez, tal vez, tal vez… pero no, la realidad fue ésta.
Pues esta es la característica de todos nosotros los seres humanos: ser tercos, curiosos y miedosos. Pero no está mal, lo malo llega cuando siempre una de estas tres últimas predomina en nuestra forma de actuar y decidir, es difícil, pero, al menos, intentemos alcanzar el punto medio entre estos tres tipos de personalidades, pues de ser así tal vez tengamos también un triste final como los hermanos Hugo, Pedro y Juan...
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